Es sólo hasta finales del siglo XVIII, con el Marqués de
Sade, que el hedonismo se narra por primera vez tan visceralmente como una
dimensión de la naturaleza humana y, en consecuencia, asume la profundidad de
una verdadera concepción del mundo.
La filosofía en el tocador (La Philosophie dans le
boudoir ou Les instituteurs immoraux) es una novela atribuida al marqués
de Sade, publicada de forma anónima por primera vez en 1795. Un ofrecimiento
a los libertinos, y a todos aquellos que, sin serlo, hemos comprendido cuánta
enfermedad hay en una moral de dogmas, cuánto se rechaza allí las conductas
naturales.
En esta historia, unos "instructores", en el
transcurso de unas horas logran introducir a la joven Eugenia en el mundo del
libertinaje. incluyendo una exaltada proclama donde se pide ir más allá en el espíritu de la República: «Franceses, un esfuerzo más si queréis ser republicanos». Proclama con
la que se muestra totalmente de acuerdo el elegante y degenerado Dolmancé,
ejecutor de la trasformación de la virgen adolescente en un personaje
pervertido.
Está escrita como un diálogo teatral dividido en siete
diálogos.“La filosofía en el tocador” es, tal vez, la obra más
compleja de las atribuidas a Sade. Es una obra que puede leerse de un tirón lo que multiplica su efecto. Son ochenta o noventa minutos en los que nos vemos bombardeados por conceptos extremos y aberrantes, estructurados con una coherencia sin fisuras que nos impide, tan siquiera sospechar que lo que nos está diciendo Sade sea otra cosa distinta de la que estamos leyendo o creemos estar leyendo. Su brevedad no deja tiempo para reflexionar. Solo una
segunda lectura, dejando pasar el tiempo suficiente para reponernos del
aturdimiento al que Sade nos ha sometido, nos permite intuir el intricado juego
de velos tras el que se oculta el autor.
Dolmancé: Un hombre ateo e inmoral, el encargado de la
"educación" de Eugenia. Es elegante, atractivo y elocuente, el
individuo más perverso que pueda existir en el mundo, incapaz de poseer a una
mujer a no ser sodomizándola. Es invitado por la mundana Madame Saint-Ange para
"instruir" a Eugenia.
Madame Saint-Ange: En la filosofía en el tocador (1795), del
Marqués de Sade, Madame de Saint Ange aparece como una dama de sociedad que vive en el mas extremo libertinaje, conoce a Eugenia en el convento en donde lleva sus estudios y la invita a instruirla en su mundo, ella misma confiesa: “A los 12 años me
casé y he tenido quizás entre 10.000 y 12.000 amantes”.
Eugenia: Una adolescente virgen que acaba de salir del
convento, es iniciada en todas las formas de sexualidad y aleccionada en
el hedonismo más extremo. El resultado es una Eugenia perversa que
renuncia a todas la virtudes y acaba negando todas las enseñanzas que se le han inculcado desde niña para llegar a ser una mujer "propia"
"El
caballero": Otro personaje, en cierto modo conductor de la trama, que
participará tímidamente y sin convicción en la "educación" de
Eugenia, es el hermano de Madame Saint-Ange, que en los diálogos aparece como
"El caballero".
Agustín: Un criado de Madame Saint-Ange que es uno de sus
otros tantos compañeros de perversión, se exalta en el libro como un hombre increíblemente
dotado físicamente, pero con una inteligencia que dista mucho de su otro don,
entra en la trama como un invitado al saturnal para enriquecer mas aún la
trama.
Ya los cirenaicos de la Antigua Grecia habían entendido su
vida como el cultivo del placer: definieron el hedoné como su bien
supremo y buscaron las vías para alcanzarlo, especialmente a través de las
sensaciones. También los epicúreos hablaron con entusiasmo sobre el tema, y,
como ellos, los materialistas franceses, los utilitaristas ingleses y muchas
otras escuelas filosóficas . Pero, sin lugar a dudas, es sólo hasta finales del
siglo XVIII, con el Marqués de Sade, que el hedonismo se narra por primera vez
tan visceralmente como una dimensión de la naturaleza humana y, en
consecuencia, asume la profundidad de una verdadera concepción del mundo.
En 1795 ya se ha producido El Terror, siendo Sade un testigo de excepción. Desde su encierro en la cárcel de Picpus, en las afueras de París, asistió a la decapitación de miles de personas e, incluso, estuvo incluido en las listas de la guillotina
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